Cada vivencia, igual que el yoga, tiene un aspecto físico, psicológico y espiritual que has de aceptar.

La cuna

El Ashtanga deriva de un antiguo manuscrito que no ha llegado hasta nuestros días –la historia cuenta que fue comido por unas hormigas– llamado Yoga Korunta. Sri T. Krishnamacharya se lo enseñó a su alumno Sri K. Pattabhi Jois. Jois, el padre del Ashtanga, se sirvió de esto como la base para su sistema de yoga, que comenzó a enseñar en 1948 y se popularizó enormemente hasta nuestros días.

Ashta significa “ocho”, y por lo tanto el Ashtanga Yoga es el “camino de ocho ramas”. Incluye ocho estadios, que son esenciales para alcanzar el yoga, la unión o la iluminación. Estas ocho extremidades se describen en los Yoga Sutras de Patanjali. De acuerdo con Pattabhi Jois, la práctica diaria de asanas es necesaria para que el cuerpo sea fuerte y saludable, lo que puede permitir que la mente se mantenga estable y controlada.

Dime qué practicas y te diré quién eres

El Ashtanga Yoga es una forma muy dinámica y atlética. Lo practicamos con un 40% de humedad, imitando el clima de Mysore (India). Se diferencia de otros tipos de yoga por su sistema de movimientos y respiración sincronizados, que son los que encadenan una postura con la otra. Cada postura está meticulosamente diseñada con un número determinado de movimientos y respiraciones, de manera que un alumno avanzado las enlazará siguiendo fielmente el ritmo de estos. La secuencia siempre será la misma y el alumno podrá añadir más asanas a medida que su práctica progresa.

Está bien mencionar los tres elementos que serán determinantes para la práctica:

  1. La respiración ujjayi (la respiración sonora)
  2. Las bandas (los cierres energéticos)
  3. El dristi (la mirada), que ayudan al practicante a concentrar y aumentar la energía a lo largo de la práctica

Hay dos formas de aprender Asthanga. La primera es en una clase guiada, donde un maestro va dictando las posturas, desde el principio y hasta el final de la clase, marcando el ritmo. El otro modo es una clase estilo Mysore, donde cada alumno hace la serie de asanas a su ritmo y el maestro supervisa la práctica de todos. Siempre hay que tener presente el escuchar al cuerpo y saber reconocer nuestros límites. Siempre habrá una opción más sencilla que se adaptará a nuestra necesidad y que también nos aportará beneficios.

Sus bondades

En la disciplina de Asthanga es esencial respetar el orden de las asanas. Estas están dispuestas de tal modo que al practicarlas en su orden concreto se potencian sus beneficios sobre el cuerpo, además de seguir un orden de ejecución que nos va preparando para las siguientes, de menor a mayor dificultad.

De hecho, algunas posturas tienen hasta cuatro variaciones en las que, obviamente, se irá progresando conforme los rincones de nuestra figura vayan cediendo o fortaleciéndose. Las asanas fortalecen el cuerpo físico, la respiración purifica el sistema nervioso y la mirada promueve la concentración.

Moviéndonos hacia un nivel más profundo, podemos hacer alusión a lo que maestros yoguis llaman duka, que es “sufrimiento”. Es algo que padecemos todos sin excepción, está en nuestra naturaleza de ser humano. Puede que practiquemos yoga porque de alguna forma sufrimos, pero ¿qué es lo que genera sufrimiento? Lo que los ashtanguis llaman “el veneno”. Se nos dice que mediante el Ashtanga Yoga se quemarán los venenos. Hay seis venenos que rodean el corazón humano: deseo, ira, engaño, avaricia, envidia y pereza. Cuando se practica diligentemente, el calor del Ashtanga yoga quemará estos venenos internos.